Capitulo 22

Capítulo 21

Salgo un rato

Lo voy a buscar

Seis meses de paro

El otro

la sala de ensayos

Todos mis fuegos.

Existe una constante en la cual el río es siempre río. Un año antes de acabar el siglo conocí a una argentina que se llamaba Marcela. Su inteligencia me habría de haber eclipsado, pero fueron sus tetas. El cobarde que llevo dentro se hizo amigo con dobles intenciones. Entre sus lecturas se encontraban Guillermo Posfay, Roberto Arlt, Nicolás Yeste y por supuesto Julio Cortazar. En un desesperado intento de acertar, y hacerme acreedor de sus favores sexuales, me avoqué a leer “Todos los fuegos, el fuego” de Julio Cortazar. Mi burda abreviación me lleva a concluir que la esencia de todos los fuegos es la misma pero todos los fuegos son distintos. Acertadísimo Whitman se cansó de describir con maestría la esencia de la naturaleza. Marcela no estaba a la orilla del río. Antes de terminar el libro comprendí que mi fuego me consumía, que todos los fuegos iguales y ninguno igual al mio. Marcela me dejó. La página 43 del libro de Cortazar se interrumpió para siempre.

Se creen importantes

Nº 44674

Dos horas tarde.

Supongo que lo correcto es explicar que dos horas después de lo anunciado el festival de poesía comenzó. Aproveché mi tiempo para husmear entre la concurrencia y dejé escapar el libido que exige libertad. Finalmente la poesía leída fue buena aunque mi mente estaba en otro sitio. La mujer de un poeta vino a despertarme con irreverencia. Ya era tarde, mi decisión estaba tomada.

Hace tiempo que dejó de esperarla

Mis admiradores